Cómo cuidar y detectar averías en el Turbo
Ya te hemos contado las maravillas del turbo. Gracias a una turbina, este sistema logra aumentar la cantidad de aire que llega a la cámara de combustión. Con mayor cantidad de oxígeno hay una mejor combustión y se consigue más potencia del motor con cilindradas más bajas.
En la actualidad, todos los motores diésel del mercado cuentan con turbo y cada vez más mecánicas de gasolina. Lógico, pues se consigue mayores prestaciones sin que se dispare el consumo. El problema es que esa turbina gira a más de 200.000 revoluciones por minuto para poder cumplir su cometido y trabaja a temperaturas de (atención) hasta 1.000 grados centígrados. ¿Qué significa esto? Que es propenso a sufrir averías… que no son precisamente baratas.
La mayoría de los problemas con el turbo se deben a fallos de lubricación, nos cuentan los ingenieros de Total España. Por exceso, por defecto o por emplear aceite de mala calidad. Un exceso de carbonilla en el lubricante también puede provocar que el turbo se obstruya y se rompa.
Desde Guicar Auto os recomendamos una rutina muy sencilla que retrasarán las averías de esta pieza vital y costosa de nuestro motor :
1-Al arrancar dejar el motor al ralentí unos segundos sin acelerar para que el circuito de lubricación coja una presión adecuada.
2-Cuando lleguemos y nos dispongamos a parar el motor, dejamos que gire al ralentí unos segundos antes de para. Esto le dará tiempo a las turbinas desacelerar naturalmente y con buena presión de lubricante. Todo ello reducirá el desgaste cotidiano de forma considerable de este componente.
¿Cómo saber si nuestro coche con turbo tiene problemas? Hay que prestar atención a determinados avisos:
- Humo azul en el escape: Es un síntoma de uno de los fallos más recurrentes del turbo. El eje del turbo gira sobre unos casquillos de bronce que flotan sobre el aceite a presión (no hay por ahora rodamientos que soporten las velocidades de la turbina). Esos casquillos son herméticos, pero si hay fugas de aceite, éste pasará al sistema de admisión. El consumo de aceite se dispara y el color del humo de escape lo delatará. Cuando el turbo se rompe de golpe, la humareda es muy evidente.
- Ruidos extraños: Si el eje sobre el que se mueve el turbo está mal lubricado, acabará sufriendo roces y romperá los extremos de las palas de la turbina. Si hay algún ruido extraño, lleva el coche al taller antes de que esas virutas lleguen a la cámara de los cilindros y el mal sea mayor. Si el sonido es agudo, y aumenta o disminuye en función de las revoluciones del motor, quiere decir que hay holguras en los casquillos sobre los que rueda el eje las turbinas (normalmente, también por problemas de lubricación).
- Luz de fallo del motor y falta de potencia. El turbo ha de trabajar bien lubricado y limpio. Cuando hay demasiada carbonilla (un problema más grave en los diésel, puesto que generan más hollín) el sistema suele avisar del agarrotamiento de la “geometría variable”. Cuando pises el acelerador, éste no responderá como es debido (el turbo no entra en funcionamiento y el coche no tiene fuerza) ya que la propia electrónica impide que actúe para evitar males mayores.
- Menores prestaciones. El control de presión del turbo se realiza mediante una membrana. Si ésta se perfora, la presión de soplado será irregular, se activará el modo de emergencia y tu coche no funcionará como es debido. Acude al taller cuanto antes.
- Silbidos frecuentes. Los manguitos y abrazaderas pueden aflojarse o agrietarse a causa de los constantes cambios de presión. Lo notarás cuando el motor “silbe” de forma más grave al acelerar. Este sonido es como una especie de aspiración, aunque a veces es tan bajo que el conductor, por el ruido del tráfico o de la radio, no lo siente.
Los expertos nos avisan de que la mayoría de estas averías pueden prevenirse con un mantenimiento adecuado del turbo. Las más habituales suelen estar relacionadas con el aceite:
- No hay suficiente lubricante. Suele ocurrir porque la bomba de aceite tiene algún problema o porque un latiguillo se ha obstruido. Si esto ocurre, las piezas se estropean, debido a la fricción. Si el nivel del aceite baja, revisa manguitos y lugares por donde puede estar perdiéndolo.
- El aceite está sucio: Para cuidar el turbo (y tu bolsillo) es clave un buen mantenimiento del aceite. Si no se cambia el filtro y el aceite cuando es debido, puede contener impurezas que acaben llegando al turbo y dañándolo.
- Se usa un aceite no adecuado: Utiliza aceites sintéticos, ya que cuentan con aditivos detergentes que ayudan a evitar que esa carbonilla se una, el aceite se espese…. Y estropee el turbo. Y siempre, siempre, cambia el filtro cuando cambies el aceite.
Fuente: Totalblog